Hotel Revestido

Sara Lopez Quintana

Por fortuna para el establecimiento, este comentario nunca será escrito por sus protagonistas, si no por meros testigos de un ejemplo de deshumanización de la sociedad de la insensibilización, de la que escucha horrores a diario y se lleva el próximo bocado al estómago sin pestañeo, mucho menos con reflexión mediante. El hecho es simple. Hace días llovió. El toldo de la terraza, lleno de agua rebosa cayéndole un buen chorro a una pareja de ancianos que terminan empapados. Todo ocurre rápido. Los que allí estábamos asistimos atónitos al chaparrón y a la mujer que estaba sentada en la mesa sobre la que cae el agua, que se llevó la peor parte. Se hace el silencio y nuestras miradas les rehúyen por no hacerles pasar peor rato. Todo ocurre muy rápido. Todo menos una cosa. La reacción de los 5 camareros y camareras que atendían la terraza sí que se hizo esperar. Los que estaban fuera dejaron de estar, y los que no estaban, tampoco aparecieron; al menos de forma inmediata para ofrecer una disculpa. 5 minutos de reloj tardó un camarero en salir con cubertería seca para hacer el cambio de mojado a seco. ¿Pidió disculpa? Sí, tímida y discreta. ¿Fue su primera palabra? No. La primera preocupación era cambiarles de mesa, cómo se le iría a ocurrir alguien en esa situación preguntar, ¿están ustedes bien? ¿Se mojó algo importante? En esos 5 minutos eternos, la que parecía encargada se fugó cuando más se le necesitaba. Otra camarera se tapaba la risa con la mano. El resto, ya había hecho el día, tampoco les tocaba salir a actuar. Con todo y con ello, a la hora de pagar, ya dentro del establecimiento, estos testigos les recomiendan al quinteto titular disculparse porque el trato no ha sido correcto. Aquí los 5 sí que estaban de servicio, con la energía y pasión que define al cobarde, al que se pone de perfil, al que mira para otro lado mientras suceden cosas, no cualquier cosa. De las que eres responsable. Valientes de puertas para adentro. En la terraza estaba la batalla señor o señora encargada, no en la barra del bar. Hasta aquí el relato del cliente invisible al que me niego a no darle voz. De la comida poco podremos decir. Un par de bocadillos no son suficiente para formar una opinión. Aunque decir un par es ser generoso, dejémoslo en 1,6 bocadillos. Al pepito de ternera le sobraba un 40% de pan, imaginaos porqué. ¿Es importante que la comida sea buena a la hora de invertir tiempo y dinero? Por supuesto. Puestos a elegir, que la comida, siendo buena, esté en manos de seres humanos, empáticos y educados, qué más puedo pedir.

Laura Villa Rodríguez

Comimos menú suuuper bueno y bien de precio. Nos dejaron estar en la terraza con nuestro peludín sin problemas, es grande y espaciosa.

Antonia Asensio Bautista

Horroroso,lentos ,desagrables y la comida un timo ,poca cantidad y mala. La botella de vino rellenada,el agua abierta,la ensalada con hojas podridas,los postres malísimos ,devolvimos los postres enteros y les dio igual. Los baños supersucios y dejados.

Javier Romero

Pésimo. El lenguado estaba crudo y tenía sangre y mi pobre abuela que le daba vergüenza tirarlo se lo ha comido, los combinados muy aceitosos, media hora esperando el café y no llegaba y la cuenta... media hora casi nos vamos sin pagar. Lo único que estaba bueno era la cocacola. De parte de mi abuelo: el lenguado era del río de al lado o marroquí